Los 5 mandamientos del empresario inteligente.
- Gemma Cuena

- 25 ago
- 2 Min. de lectura

¿De verdad hace falta ser un experto en todo para llevar un negocio? No. Pero sí conviene tener las ideas claras para no ir a la deriva. Un empresario inteligente no memoriza leyes ni se convierte en contable de profesión, pero tampoco se cree todos esos consejos gratuitos que circulan por ahí, especialmente los que llegan en la sobremesa del domingo de boca del cuñado.
Porque lo he visto demasiadas veces: proyectos brillantes que naufragan no por falta de clientes, sino por un mal consejo, un cálculo mal hecho o un plazo que se olvidó y que alguien pensó que “ya se arreglaría”. Y no, el tiempo no lo arregla: al contrario, lo complica.
La diferencia entre sobrevivir o quedarse por el camino está en tener criterio. Ese instinto de saber qué hay que revisar dos veces, qué consejo conviene cuestionar y cuándo es mejor levantar la mano y preguntar. No se trata de saberlo todo, sino de saber lo suficiente para no caer en mitos de café ni en atajos de sobremesa.
Ahí es donde nacen los que yo llamo los cinco mandamientos del empresario inteligente. No están escritos en ninguna ley, ni grabados en piedra, ni mucho menos redactados en jerga incomprensible. Son más bien un mapa, una brújula sencilla para no perderse entre facturas, plazos y obligaciones.
Y sí, están en No te fíes del cuñado, el libro. No voy a contarlos aquí porque le quitaría la gracia a la lectura… pero te adelanto algo: ningún mandamiento incluye amar al IVA sobre todas las cosas. Y alguno de ellos, si lo lees, te recordará a esos consejos de abuela que parecen simples, pero que en realidad te salvan de más de un disgusto.
Porque un empresario inteligente no es el que nunca se equivoca. Es el que aprende de cada tropiezo, el que entiende que detrás de cada trámite hay consecuencias reales, y el que sabe que reírse un poco de todo esto ayuda a que el camino sea más llevadero.
Y aunque el laberinto nunca desaparece, siempre es más fácil recorrerlo si sabes dónde están las salidas.



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